Experiencias de mamás, Lactancia.

 
Como anunciamos en Facebook, todas las mamás a las que les apetezca, y cómo no, también papás, están invitadas/os a contar su experiencia en el blog. Esperamos que con esta iniciativa, todos los nuevos papis que empiezan o están a punto de comenzar a dar el pecho a sus bebés, encuentren solución a muchos de sus interrogantes, dudas, misterios…os dejamos con la primera experiencia, la de Maier Escudero.
 
 
Partiendo de la base de que la lactancia nunca es fácil, en mi caso puedo decir que no resultó tan traumática como esperaba.
Siempre había oído hablar de la lactancia como algo complicado. Que si no tiene leche, que si no ha podido dar el pecho, que si no tiene suficiente pezón…
Ahora sé que hay un mínimo muy mínimo porcentaje de casos que no pueden amamantar a sus hijos por problemas reales.
 
Mi ginecólogo en una de las revisiones del embarazo me preguntó si había decidido amamantar y mi respuesta fue: «si puedo, sí». ¿Y por qué no vas a poder? me dijo.
 
Cuando nació Julen, en cuanto me subieron a planta me lo trajeron y practicamos el auto enganche. Salió a la perfección para mi tranquilidad.
El problema es que recibí indicaciones contradictorias. Por un lado que no lo pusiera más de 15 minutos en cada pecho porque sólo tenía calostro y me iba a destrozar los pezones sin que él llegara a sacar nada más por mucho que succionara.
Por otro lado que lo pusiera tanto como demandara. «A demanda» la coletilla inseparable de «lactancia materna«. No tendría que oírlo veces ni nada…
 
El caso es que esa primera noche el bebé lloraba y lloraba y yo no tenía mucho más que ofrecerle. Fue angustioso, la verdad.
A partir del día siguiente la situación fue mejorando. En el hospital la matrona me facilitó un botecito de aceite de oliva para hidratarme los pezones y me dijo que no me los lavara con jabón para no irritarlos, sino sólo con agua.
Al tercer día me subió la leche y a partir de ahí fue todo rodado.
 
Los problemas volvieron el tercer mes. De dormir 11 o 12 horas de tirón por la noche, pasó a  reclamarme cada hora y media, dos horas o tres a lo sumo.
Según la enfermera de su pediatra era la fase conocida como crisis de los tres meses, en la que los bebés aumentan su demanda para a su vez aumentar la producción en base a sus nuevas necesidades.
 
Durante ese tiempo estuve desquiciada. Ya no sabía si tenía suficiente leche, si realmente se trataba de esa crisis o si había algún otro problema de fondo porque la supuesta crisis duró mes y medio.
En ese tiempo, mi gran apoyo fue un grupo de unas veinte mamás repartidas por toda la geografía nacional, a las que conozco sólo vía internet y whatsapp, y con quienes he compartido toda mi aventura prácticamente desde que supe de mi positivo. Si no fuera por ellas es muy probable que hubiese acabado tirando la toalla.
 
Son como el teléfono de la esperanza. Siempre hay alguien disponible y dispuesta a echar una mano. Además mi peque es de los más pequeños del grupo, por lo que casi todas han pasado antes que yo por cada etapa nueva.
 
Después llegó la vuelta al trabajo. Y durante un tiempo considerable mi gran aliado fue el sacaleches eléctrico.
Hoy mi bebé tiene algo más de nueve meses y sigue mamando y yo no veo el momento de dejar esos momentos que son sólo suyos y míos.
 

Maier Escudero

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